viernes, 31 de octubre de 2008

La necesidad de ser humanos al momento de emprender un proyecto.

Vivimos en un mundo que por la rapidez de sus procesos y la velocidad de sus estructuras –naturales o artificiales-, no percibe cambios gigantescos en las estructuras éticas y morales de aquellos que con su vida dan origen tanto al dinamismo como a las estructuras, es decir, al hombre. La gente corre tras la realización de sus proyectos, recibiendo de los diversos ambientes en donde se halla, una influencia que pocas veces se percibe, debido a lo expuesto en la parte superior. Este deseo natural de realizar los sueños, de alcanzar las metas y obtener logros, es ciertamente un deseo sembrado por Dios en nuestros corazones, que no es otra cosa que el deseo de felicidad, dado que hemos sido creados por amor y para el amor, es decir, para la felicidad.
La filosofía del mundo globalizado presenta toda una serie de mandamientos que se deben cumplir por parte de aquel o aquellos que desean surgir en nuestro mundo; destaco el número 11, que reza “no dar papaya” y el 12 “papaya puesta, papaya partida”. Precisamente son estos los que llevan a las personas a deshumanizarse, en tanto que los demás no son considerados como personas, sino como estructuras que hacen parte del proceso económico, lo que equivaldría a decir, objetos de producción. Tal realidad se hace palpable en la manera como empresas e industrias –aunque no todas-, solventan las necesidades de sus empleados en su dimensión familiar, personal, laboral, entre otras. Se perciben demasiadas injusticias por parte de aquellos que en un principio tenían en su mente un anhelo de servir con dignidad y honestidad a aquellos que son esencialmente importantísimos en la construcción de su sueño.
Es necesario que todos los emprendedores tomen conciencia de la irremplazable humanización de los sueños y proyectos que se emprenden, aún cuando impliquen cierta pérdida económica; no podemos –si queremos construir una sociedad más justa-, establecer relaciones económicas desde fundamentos meramente economicistas, sino desde lo moral, desde lo ético, sobre los cuales reposa el fundamento último de toda persona. No se puede pasar por alto –que es lo que pasa-, el que los procesos, las estructuras oferta-demanda, los dinamismos y la filosofía del mundo globalizado, pone de primero los medios, realidad que es totalmente equívoca; lo primero debe ser el hombre que es el fin y no lo contrario.
Al humanizar el emprendimiento en cuanto proyecto que se realiza ganamos todos, y con toda seguridad contribuiremos al crecimiento y la construcción de estructuras más justas y equitativas, desde las cuales cada realidad ocupará el lugar que le pertenece.

Dios los bendiga.