sábado, 16 de mayo de 2009

UN BUEN EJEMPLO DE EMPRENDIMIENTO

Un gran ejemplo del emprendimiento juvenil
Arnulfo Urrutia


Corría el año 1994. Manuel D’Leo tenía cuatro años de ser empleado de una librería, lugar que recuerda perfectamente por haber sido aquel su primer trabajo formal. Contaba con 24 años, una esposa, una gastritis crónica herencia de su movilización al Servicio Militar, y un capital de un mil quinientos córdobas, el cual estaba constituido por una vieja bicicleta y la cama donde dormía.

Un día de tantos, Manuel supo que una de las sucursales de la librería para la cual trabajaba, cerraría muy pronto. Él siempre había soñado tener un negocio propio, así que sin pensarlo mucho y con la seriedad de quien tiene todos los ases en sus manos, sugirió a la dueña de la librería que en lugar de cerrar aquella sucursal, se la vendiera al crédito. La dueña, que era pariente lejana de Manuel, estaba clara de que aquella propuesta era una “locura” de su empleado. Pero, “Audaces Fortuna Juvat” (la fortuna ayuda a los audaces), decía Virgilio, el filósofo; Manuel logró convencer a aquella señora de venderle algunos escritorios y la mercadería de aquella sucursal por un valor aproximado a los cuatro mil dólares. Aquella sucursal a punto de cerrar, pronto sería “suya”. El trato era pagar el 50% de contado y el restante a tres meses de plazo. Es decir, se comprometió a comprar un cadáver que ni los dueños deseaban. Y lo peor, sin disponer de dinero alguno.

Para completar el cuadro de ese momento, la esposa de Manuel tenía dos meses de embarazo y la estaban despidiendo de la empresa para la cual trabajaba. ¿Casualidad o milagro? Usted decida, pero aquella liquidación inesperada que contemplaba todo el período de embarazo y posparto, sumaba casi el equivalente al primer 50% del valor de la sucursal. Manuel le pidió el dinero de la liquidación a su esposa, asegurándole que todo saldría bien si invertían en el negocio que a él tanto le entusiasmaba.

La esposa le hizo ver la situación que se avecinaba: ella sin trabajo, él jugando a la ruleta rusa y una criatura por venir al mundo. Era un salto al vacío y sin red el que su marido estaba intentando. Manuel se detuvo a pensarla un par de días, pero todo parece indicar que como es de flaco es de terco, y siguió insistiendo. “Era la oportunidad de mi vida. ¿Acaso se me volvería a presentar otra similar más adelante? O la bebía o la derramaba”, reflexionó. Finalmente, la esposa le entregó lo último que tenían y la transacción se cerró.

Las ventas diarias no llegaban a los cien córdobas.

Una vez en “posesión” de la pequeña librería, Manuel era vendedor, bodeguero, despachador, gerente, etc., etc., etc. Se auxilió con una tía que todavía trabaja medio tiempo con él y comenzaron a vender. El primer día vendieron treinta córdobas, el segundo algo similar y así transcurrió el primer mes con ventas diarias que no llegaban a los cien córdobas. El primer abono del segundo 50% que llevó a su acreedora fue miserable. Pero aquella le dio un voto de confianza y le dijo: “Sólo llevás un mes, y a mí lo que me importa es que al cumplir el plazo me hayas cancelado. Esperaré a ver qué pasa”.

Manuel comenzó a llamar por teléfono a diversas empresas, y para estimular las ventas, les ofreció entrega a domicilio. Por supuesto, a él también le correspondió entregar pedidos a pie, en bus o como se pudiera El plus esfuerzo dio resultado, y al segundo mes las ventas se duplicaron, al tercero otra vez y así cada mes que pasaba. Logró pagar el 50% de su deuda restante, y a los seis meses de operaciones, adquirió una motocicleta al crédito. ¡Un gran paso, la empresa contaba con su propia flota vehicular!

El negocio fue creciendo, y dos años después, Manuel que aún vivía en Masaya, de donde es originario, se trasladó a Managua con su familia. Alquilaron una casa cercana al local de la librería, y allí se instalaron familia y negocio. El tiempo y el trabajo tesonero se encargaron de brindarle los recursos para comprar su propia casa, la cual vendió posteriormente para construirse una a su gusto en una localidad campestre cerca de Managua. Debo mencionar que de aquella vieja bicicleta con que Manuel se transportaba en Masaya, sólo quedan recuerdos. Ahora posee dos vehículos para su uso personal.

Sueña tener una cadena de sucursales e incursionar en otros países de la región La empresa creció en personal, clientes, vehículos y prestigio. En la actualidad, Librería D’Leo genera 25 empleos directos y permanentes. Para el reparto de su mercadería, que es el principal giro del negocio, tiene tres microbuses y tres motocicletas. Aunque sus ventas son principalmente al por mayor y su espacio de exhibición es mínimo, las instalaciones centrales, ubicadas de la Casa del Obrero, cuadra y media al Sur, ocupan dos casas contiguas. Además, desde enero de 2005, Librería D’Leo tiene una sucursal en la calle principal de la Colonia “Christian Pérez”, al oriente de la ciudad.

Buena nota, ese hombre no se deja vencer por los obstaculos.